Querido mortal, sígueme...

31 de octubre de 2012

La batalla más dura

La guerra por fin terminaba, miles de muertes a sus pies, miles de amigos que había dejado atrás,  muertes de mujeres y de niños. Hambre y ganas de morir, sin sufrir. Deseaba abandonar aquellos oscuros lugares, estaba cansado de ver edificios en ruinas o en llamas, harto de que el oxigeno que respiraba estuviese corrompido por el orgullo de unos inconscientes países. Ansiaba con volver a su hogar, ansiaba con ver corretear a los niños por las estrechas calles, deseaba entender que decía la gente, pero después de esos largos y duros años, tenia miedo, miedo a que ella ya no lo amase, miedo a que se hubiese cansado de esperarle o a que lo hubiese olvidado. El pulso le temblaba y se decidió a escribir la ultima carta, fue breve, apenas tardó unos escasos minutos, iba destinada a ella y solamente escribió “La guerra ha terminado, en unos días, estaré en casa junto a tí” dudaba en lo que escribía, puesto que nadie sabe cuando empieza o termina una guerra, dudaba porque tampoco estaba seguro de que ella ansiase su llegada, al fin y al cabo habían pasado tres largos años. Dobló el folio y lo guardó en la carta. Rápidamente recogió las pocas cosas que tenía y las introdujo en su vieja maleta. Fue al apartado de correos y soltó lentamente la carta en el buzón, se le escaparon unas lágrimas, porque pensaba que era la última carta de tantas que había echado durante esos años. Rápido se dirigió a la estación del tren, tenía ganas de huir de aquel horrible lugar, había presenciado tantos horrores y tenido que quitar tantas vidas, que solo buscaba tranquilidad y paz. No era el único que marchaba a casa, miles de soldados volvían también, pero con un semblante aturdido y cansado, pero seguían con un brillo en sus ojos, que aun no se había apagado. Una vez dentro del tren, se sentó, sacó una foto de su bolsillo y sonrió, era ella, tenía ganas de verla, de besarla y de rozarla con sus manos. Todo este tiempo había estado sobreviviendo para volverla a ver, Tras recordar los buenos momentos que había pasado con aquella persona, esos momentos que le habían permitido sobrevivir, miró fijamente la ciudad que dejaba atrás, observaba con la mirada perdida el verde paisaje y el humo que salía del tren. Hasta que finalmente cerró sus ojos y quedo sumido en un profundo sueño.
Se alzó una nueva mañana con su nuevo día. Ella odiaba levantarse pronto, le encantaba dormir junto al calor de su almohada, pero esta vez no, los primeros rayos de luz le habían despertado y había dado un alegre brinco sobre su cama. Sigilosamente se levanta y bostezando se dirige hacia su ventana, la abre con tranquilidad y se estira, volviendo a despertarse en si, desde ahí puede apreciar las preciosas vistas que tiene, millones de chimeneas que se deshacen de su humo y diminutas personas que han decidido madrugar para aprovechar el día. Ella es feliz, su sonrisa la delata, sus ojos están demasiado abiertos para haberse levantado hace unos escasos segundos. Solo ella sabe, la razón de haberse levantado tan temprano, esa razón tiene nombre, anhela tanto volverle a ver, que se viste rápidamente, no se para ni a peinarse su enmarañado pelo, que aun así la permite seguir teniendo encanto, baja las inmensas escaleras hasta que en la ultima, se queda anonadada mirando a esa persona que apenas a cambiado, entonces corre hacia él y ambos se funden en un abrazo, ella riéndose deja escapar un par de lagrimas , mientras que se aproxima a los labios, de esa persona a la que tanto ha esperado. Por primera vez en mucho tiempo, ambos sintieron que la felicidad les inundaba por dentro, el vació se despedía y la soledad les abandonaba. Junto a ella, las noches no fueron solitarias ni frías, consiguió olvidar esos gritos de miles de personas que había traído consigo de la guerra, los veranos pasaron rápidos y los inviernos también, el tiempo se les escapo de las manos, disfrutaron, se amaron como dos locos que se habían vuelto a enamorar por segunda vez y sobre todo se cuidaron.  Finalmente, en realidad él nunca había terminado de luchar, porque la seguía amando, luchaba por su amor y por verla feliz cada día.


 Y es que… No hay batalla más dura que la del amor”

Lo que acabáis de leer es un breve texto escrito por mi claramente, como todos los textos que publico aquí  me habéis animado miles de veces en que escriba historias y me apetecio escribir esto. Queridos mortales, gracias por leerme de verdad. :)

26 de octubre de 2012

Difícil elección…



Tenemos miedo a la muerte. Pero no nos damos cuenta de que morir es algo que tenemos que aceptar. Y que en realidad nos produce mucho más dolor aún, la destrucción. Es ese miedo a que nos rompan por completo, a que nos conviertan en un montón de ruinas. Dejamos de arriesgar, por el miedo a perder más. Nos callamos lo que realmente nos duele, para no llorar por fuera, pero sí por dentro. ¿Pero no te das cuenta? No hay nada peor que tragarte tus palabras, que sonreír cuando solo te apetece dejar de sentir. No dudes las cosas, no te acobardes, no te rindas. Tropiézate, cáete, pero siempre levántate. No lo permitas. No cedas. No te abandones o perderás cobardemente. Créete invencible, créete inmortal.

Ama y le regalarás tu propia autodestrucción, 
a esa persona, sin la que no puedes vivir.

Pero no ames…y ya estarás muerto.

Solamente tú eliges, bueno, a veces no, a veces no hay elección, 
sobretodo, si habla el corazón…

20 de octubre de 2012

En ruinas...


Miraba a su alrededor y solo vislumbraba una multitud de ruinas. Llamas, gritos, muros derrumbándose, todo se desvanecía. Caminaba despacio, sin prisa, no parecía preocuparle el peligro. Se rompía en pedazos, pedazos que ya no la pertenecían. Parecía que no la quedaba nada y que todo lo había perdido. Su interior"Era el mismo infierno" Luchaba contra un caos interno, gélido como el invierno. Llanto, dolor y rabia, conjunto de emociones, cada cual más innecesaria. Espera, decepción y furia, sentimientos que solo la llevaban a la inmensa penuria. Todo en ella estaba en ruinas, hasta la misma Roma la envidiaría. Estaba rota por dentro, hueca y hasta incluso vacía. Y lo peor no era eso, si no que... 
"Ya no sabía ni lo que sentía"

Ella estaba en ruinas como Roma
 y ardía por dentro como Troya. 

 Pero un día todo terminó, llego él y su infierno se acabó.

7 de octubre de 2012

Echar de menos

Cuando comprendes el significado de verdad, de
 “echar de menos a alguien”
es cuando lo vives en tus propias carnes…


Te duele ese momento, en el que las miradas de ambos se cruzan y saben que no se verán en un tiempo. Te duele darte ese último beso que recordarás hasta el próximo encuentro. Te duele soltar su mano y saber que no la podrás agarrar otro poco más. Te duele no poder hablar, porque crees que es mejor callar y no dejar a todas esas palabras escapar. Te duele saber que no tiene sentido decirle “Por favor no te alejes de mí otra vez más” porque no se puede hacer realidad. Tener el corazón en un puño y la respiración a descompás. Perder la noción del tiempo, cuando con él estás. Sentir esa rabia, porque se te escapa una hora tras otra y no poder hacer absolutamente nada, que lo pueda remediar. Pero…porqué no admitir, que lo que realmente más te duele, es no poder recortar la distancia que hay entre los dos y convertirla en milímetros. Entonces es cuando piensas.... Sandra…deja de soñar.

Solamente hablo de.....

                                         Esa  impotencia de querer y no poder.
                      De amar y no poder besar. De desear y no poder abrazar.

Es esa sensación de necesidad y de vacío si tú no estás.
                                                                           
                                              Sandra